La
idea de que la materia puede subdividirse
en pequeñas unidades, discretas e
indivisibles, llamadas átomos, se
remonta a las enseñanzas del filósofo
griego Demócrito, en el siglo V a.C.;
suele considerarse que sus ideas son
las más antiguas y auténticas de lo
que los estudiosos de la filosofía
griega han dado en llamar atomismo.
El tejido del hilo filosófico del
atomismo en la trama analítica de
la física se inicia a fines del siglo
XVIII y continúa durante el XIX. Con
frecuencia se atribuye a Robert Boyle
el crédito de haber introducido el
concepto de elementos químicos, que
son las unidades irreducibles que
ahora se identifican con los átomos
individuales de un elemento dado.
A principios del siglo XIX, John Dalton
desarrolló una teoría atómica, en
la cual postulaba que la materia estaba
formada por átomos indivisibles semejantes
a las unidades irreducibles de los
elementos propuestos por Boyle; que
todos los átomos de un elemento dado
tienen características idénticas;
que las diferencias entre los elementos
se deben a diferencias fundamentales
entre sus átomos constituyentes; que
las reacciones químicas se producen
por el simple reordenamiento de átomos
indestructibles, y que los compuestos
químicos constan de moléculas, que
son agregados bastante estables de
tales átomos indestructibles.
Los
trabajos realizados por J. J. Thomson,
en 1897, demostraron con claridad
la constitución electromagnética de
los átomos y, a partir de éstos, pueden
extraerse unidades fundamentales de
materia con carga eléctrica, que ahora
se denominan electrones. La masa de
los electrones representa una fracción
muy pequeña de la masa atómica. En
virtud de la neutralidad eléctrica
de todo átomo, la masa atómica debe
residir en una componente atómica
de carga positiva, cuya magnitud sea
tal que compense la negativa, pero
con una masa mucho mayor.
Después
de los trabajos de Thomson siguió,
en 1911, la demostración de Ernest
Rutherford, según la cual la carga
positiva y casi toda la masa de un
átomo se concentra en un pequeño núcleo,
cuya dimensión es cerca de 10 000
veces menor que el diámetro atómico.
En 1913, Niels Bohr y otros investigadores
efectuaron, con bastante éxito, algunos
intentos para construir modelos atómicos
semejantes al sistema solar, en los
cuales los electrones puntuales orbitaban
alrededor de un centro positivo gracias
a una atracción eléctrica mutua (aun
cuando sólo se "permitían" algunas
órbitas "cuantizadas"). Todos estos
modelos quedaron desechados con el
desarrollo de las teorías cuántico-ondulatorias
de los electrones y los átomos.
La
descripción moderna de la materia
condensada (como los cristales sólidos)
consta de un agregado de átomos o
moléculas que, en virtud de su cercanía,
responden con interacciones eléctricas
atractivas, cuando sus distancias
de separación son del orden de un
diámetro atómico (esto es, casi 10-10
m); y repulsivas si las distancias
son mucho menores. Estas interacciones
están mediadas por los electrones,
que en cierto sentido se comparten
e intercambian entre todos los átomos
de una muestra particular, y sirven
como una especie de aglutinador interatómico
que enlaza los centros atómicos, pesados,
de carga positiva y que se repelen
mutuamente.
El
átomo de hidrógeno es el más simple
y su espectro (o patrón de frecuencias
luminosas que emite) es también el
más simple. La regularidad de su aspecto
había resistido todo intento de explicación,
hasta que Bohr resolvió el asunto
con tres postulados que constituyen
un modelo util, pero insuficiente,
para entender el átomo.
Postulado
1: la fuerza que mantiene unido a
un electrón con un núcleo es la fuerza
coulómbica entre dos cuerpos con carga
eléctrica.
Postulado
2: el movimiento del electrón sólo
se produce en ciertas órbitas estables,
en las cuales no radia energía electromagnética,
y son aquellas en las que el momento
angula es un múltiplo entero de h/2∏
(condición cuántica de Bohr para el
momento angular orbital). Cada órbita
estable representa un estado discreto
de energía.
Postulado
3: Cuando el electrón efectúa una
transición de una órbita estable a
otra, se produce una emisión o absorción
de luz, cuya frecuencia es tal que
la diferencia en las energías orbitales
es igual a he (condición de A. Einstein
para la frecuencia del fotón, el cuanto
de luz).
Aquí
se afirma que el concepto de momento
angular, que en la física clásica
es una medida continua del movimiento
rotacional, tiene un comportamiento
cuántico discreto tal que la medida
de su cuantización se relaciona con
la constante de Planck h, que
es una constante universal de la naturaleza.
La
mecánica cuántica moderna proporciona
una justificación de la condición
cuántica de Bohr para el momento angular
orbital. También demuestra que no
es posible retener el concepto de
órbitas definidas, excepto en el caso
límite de órbitas muy grandes. En
este límite puede calcularse con exactitud
la frecuencia, la intensidad y la
polarización, aplicando las leyes
clásicas de la electrodinámica a la
radiación que proviene del electrón
orbital. Este hecho ilustra el principio
de correspondencia de Bohr, según
el cual los resultados cuánticos deben
coincidir con los clásicos en lo que
toca a dimensiones grandes. Cuando
las órbitas son más pequeñas que las
correspondientes al caso límite, la
desviación que se obtiene que se obtiene
con la teoría clásica es de tal magnitud
que ya no es posible describir con
precisión una órbita definida. Las
otras hipótesis de Bohr son válidas
todavía.
De
acuerdo con su teoría, las energías
del átomo de hidrógeno están cuantizadas
(es decir, pueden tener sólo ciertos
valores discretos). Estas energías
pueden calcularse a partir de las
órbitas electrónicas permitidas por
la cuantización del momento angular
orbital. La órbita puede ser circular
o elíptica, pero por razones de simplicidad
sólo se considerará el caso de una
órbita circular. Se supondrá que se
tiene un electrón de masa m y carga
eléctrica e, el cual describe una
órbita circular de radio r alrededor
de un núcleo de carga +e y de masa
infinita. Si el electrón tiene una
velocidad v, su momento angular será
mvr, y el segundo postulado se convierte
en la ecuación (1). El entero se llama
número cuántico principal. Las energías
posibles de los estados del átomo
que no radian energía electromagnética
están dadas por la ecuación (2). En
esta ecuación 0es
la permitividad del espacio vacío,
y se incluye para obtener las unidades
correctas al expresar la ley de Coulomb
en el sistema mks.
Cuando
se resuelve la ecuación de Schrödinger
para el átomo de hidrógeno, se obtiene
esta misma ecuación para los niveles
de energía de dicho átomo, a excepción
de algunas correcciones pequeñas,
aunque importantes.
La
ecuación (3) determina las frecuencias
de la luz o radiación electromagnética
emitida o absorbida en las transiciones,
en donde E' y E'' son las energías
de los estados inicial y final del
átomo.
Los
espectroscopistas acostumbran expresar
sus mediciones en longitudes de onda
o en número de onda, a fin de obtener
números de dimensiones convenientes.
En la ecuación (4) se muestra el número
de onda de una transición. Si T=
-E/hc, se llega a la ecuación
(5). T recibe el nombre de
término espectral.
Cuando
se parte de la ecuación (2), los términos
permitidos para el hidrógeno quedan
determinados por la ecuación (6).
La cantidad R es la importante constante
de Rydberg. Su valor se ha medido
con mucha precisión con espectroscopia
láser y se relaciona, como se muestra
en la ecuación (6), con los valores
de otras constantes atómicas conocidas.
Como
en realidad el núcleo no permanece
en reposo en el centro del átomo,
es preciso tomar en cuenta el efecto
de la masa nuclear finita. El electrón
y el núcleo giran alrededor de su
centro de masas común. Este efecto
puede tomarse en consideración en
forma precisa y requiere un cambio
pequeño en el valor de la masa efectiva
m de la ecuación (6)
Además
de las órbitas circulares ya descritas,
también las elípticas son consecuentes
con los requisitos de que el momento
angular esté cuantizado. A. Sommerfeld
demostró que para cada valor de n
existe una familia de n órbitas elípticas
permitidas con el mismo eje mayor,
pero con diferentes excentricidades.
Las órbitas se designan como s,
p y d, y se asocian con
los valores del número cuántico azimutal
l = 0, 1 y 2, respectivamente.
Este número determina la forma de
la órbita, pues la razón del eje mayor
al eje menor es n/(l+1). Como
una primera aproximación las energías
de todas las órbitas con el mismo
valor de n son iguales. Sin embargo,
en el caso de órbitas muy excéntricas,
hay una ligera disminución de la energía
ocasionada por la presesión de la
órbita. Según la teoría de la relatividad
de Einstein, la masa aumenta un poco
en la parte interior de la órbita,
pues tiene una velocidad más grande.
El aumento de la velocidad es mayor
conforme la excentricidad lo es también,
lo cual ocasiona que en las órbitas
de mayor excentricidad la energía
disminuya aún más. La cantidad l
se llama número cuántico de momento
angular orbital, o número cuántico
azimutal.
Cuando
se intenta extender el modelo de Bohr
a los átomos con más de un electrón,
lo lógico es comparar los términos
observados experimentalmente en los
átomos alcalinos con los del átomo
de hidrógeno, pues éstos contienen
un solo electrón fuera de sus capas
cerradas. Se encuentra una semejanza
definida, pero con la notable diferencia
de que los términos con l >
0 se duplican. Este hecho lo interpretaron
S. A. Goudsmit y G. E. Uhlenbeck,
quienes lo atribuyeron a un momento
angular adicional de 1/2(h/2∏)
proveniente del giro (espín) del electrón
alrededor de su propio eje. El número
cuántico del espín del electrón es
s = 1/2.
La
mecánica cuántica relativista descubierta
por P. A. M. Dirac proporciona las
bases teóricas para la interpretación
de esta observación experimental.
En
la mayor parte de la exposición siguiente
subyace implícitamente el principio
de exclusión de W. Pauli enunciado
por primera vez en 1925 y que, cuando
se aplica a los átomos, establece
lo que sigue: en un átomo con varios
electrones no puede existir más de
un electrón con el mismo conjunto
de número cuánticos. En una aproximación
de electrones hidrogenoides independientes
de los átomos con varios electrones,
sólo existen 2n2 selecciones
independientes posibles de los números
cuánticos principales (n),
orbital (l) y magnéticos (ml,
ms) disponibles para
los electrones que pertenecen a un
valor determinado de n. Aquí
ml y ms
son las proyecciones cuantizadas de
l y s sobre alguna dirección
seleccionada. De este principio se
deduce la organización de los electrones
del átomo en capas de radio creciente
(el radio de Bohr aumenta con n2).
La
energía de interacción del espín del
electrón con su momento angular orbital
recibe el nombre de acoplamiento espín-órbital.
Una carga que se mueva en un campo
eléctrico puro, o en un campo magnético
puro (es decir, en campos percibidos
como "puros" en un laboratorio estático),
experimenta una combinación de campos
eléctricos y magnéticos cuando su
movimiento queda referido a un sistema
móvil respecto del cual la carga está
instantáneamente en reposo. Se sabe,
por ejemplo, que las cargas en movimiento
se desvían en campos magnéticos. No
obstante, en un sistema en el cual
tales cargas estén en reposo, no existe
movimiento, y cualquier aceleración
de una carga obedecerá a la presencia
de un campo eléctrico puro detectado
por un observador que analice el movimiento
en ese sistema de referencia.
Una
descripción burda de un electrón en
rotación puede ser la de una pelota
cargada que gira, lo cual equivale
a un circuito de corriente eléctrica.
Esta corriente eléctrica produce una
distribución de campo magnético muy
parecida a la de una pequeña barra
imantada, con sus polos magnéticos
norte y sur colocados simétricamente
respecto del ecuador y a lo largo
del eje de rotación (espín). Esta
barra imantada representativa puede
interactuar con campos magnéticos
externos; uno de tales campos es el
que experimenta el electrón en un
sistema de referencia, en el cual
el electrón se encuentra en reposo,
y que tiene por causa el movimiento
orbital del electrón a través del
campo eléctrico que produce el núcleo
del átomo. En los átomos con varios
electrones pueden haber interacciones
adicionales, aunque en general son
más débiles y obedecen a las interacciones
magnéticas de cada electrón con sus
vecinos, tanto porque su movimiento
es relativo como porque todos tienen
espín. La intensidad del campo producido
por la barra imantada equivalente
a cada espín electrónico, así como
su dirección en el espacio, se caracterizan
con una cantidad que se llama el momento
magnético, el cual está también cuantizado
en virtud de la cuantización del espín.
Los estudios de los efectos producidos
por campos magnéticos externos en
los átomos demuestran que la magnitud
del momento magnético asociado con
el espín del electrón es igual a la
unidad llamada el magnetón de Bohr.
La
energía de interacción entre el momento
magnético del electrón y el campo
magnético que genera su movimiento
orbital suele producir una pequeña
corrección al término espectral, la
cual depende del ángulo entre el momento
magnético y el campo magnético, esto
es, entre los vectores de momento
angular de espín y de momento angular
orbital (que es perpendicular al plano
de la órbita, y su magnitud es la
medida del momento angular orbital).
Como la teoría cuántica requiere que
el número cuántico j de momento
angular total del electrón tome valores
cuya diferencia sea un número entero,
existen entonces sólo dos orientaciones
posibles de s relativas a l,
ya que l es siempre un número
entero; esto es: s debe de
ser paralelo a l o antiparalelo a
l.
En
el caso de un solo electrón fuera
del núcleo, la corrección espín-órbita
de los términos espectrales queda
determinada por la ecuación (7), obtenida
de la teoría de Dirac.
En
los átomos que poseen más de un electrón,
la estructura fina se manifiesta en
la llamada estructura de multipletes.
Por ejemplo, los dobletes en los espectros
de los elementos alcalinos se deben
al acoplamiento espín-órbita; en este
caso puede aplicarse la ecuación (7),
haciendo las modificaciones adecuadas.
Cuando
en un átomo se encuentra presente
más de un electrón, existen varias
maneras en las que pueden interactuar
los espines y los momentos angulares
orbitales, cada espín puede acoplarse
a su propia órbita, como en el caso
de un solo electrón; las otras posibilidades
son órbita-órbita, espín-espín, y
así sucesivamente. La interacción
más común en los átomos ligeros es
el acoplamiento LS o acoplamiento
de Russell-Saunders, que de manera
esquemática se describe en la ecuación
(8).
Esta
notación indica que el acoplamiento
entre los li es
fuerte para formar un L resultante,
que representa al momento angular
orbital total, el acoplamiento entre
los si también es
fuerte y dan lugar a una S
resultante, que es el momento angular
de espín total. El acoplamiento más
débil es el que hay entre L
y S para formar J, que
es el momento angular total del sistema
de electrones del átomo en ese estado.
El
acoplamiento del tipo LS se
aplica, por lo general, a los estados
de baja energía de los átomos ligeros.
El siguiente tipo más común de acoplamiento
es el jj, y se representa en
la ecuación (9).
Cada
electrón tiene su espín acoplado a
su propio momento angular orbital
para formar un ji
de ese electrón. El acoplamiento entre
los distintos ji
es más débil y da lugar a J.
Este efecto se observa tal cual muy
raras veces. En los átomos más pesados
es común encontrar una condición intermedia
entre los acoplamientos LS
y jj; puede utilizarse cualquiera
de las notaciones LS o JJ
para describir los niveles, pues el
número de niveles para una configuración
electrónica dada no depende del esquema
de acoplamiento.
La
mayor parte de los núcleos atómicos
también poseen espín, pero su rotación
es 2000 veces más lenta que la de
los electrones, porque su masa es
2000 veces mayor que la de éstos.
Por esta razón, existen campos magnéticos
nucleares muy débiles, análogos a
los electrónicos, los cuales producen
una estructura fina en las líneas
espectrales y separan aún más los
niveles de energía atómicos. En consecuencia,
la separación de las líneas espectrales
que generan depende de las orientaciones
relativas entre los momentos magnéticos
nucleares y los electrónicos, lo cual
implica diferentes energías de interacción.
El patrón de niveles de energía que
se obtiene, y las líneas espectrales
correspondientes, se llama estructura
hiperfina.
Las
enormes capacidades de los láseres
sintonizables han permitido hacer
observaciones que antes no eran posibles.
Por ejemplo, la espectroscopia de
saturación de alta resolución, donde
se utiliza un haz saturado y un haz
sonda del mismo láser, se ha utilizado
para medir la estructura hiperfina
de las líneas de resonancia del sodio
(llamadas líneas D1 y D2).
La separación más pequeña distinguible
fue menor de 0.001 cm-1,
la cual es mucho menor que la anchura
Doppler de las líneas.
Las
propiedades nucleares afectan también
a los espectros por medio del corrimiento
isotópico. Éste es el resultado de
la diferencia entre las masas nucleares
de dos isótopos, que produce un cambio
ligero en la constante de Rydberg.
Algunas veces se presenta una distorsión
del núcleo.
Sería
falso pensar que el destino más probable
de los electrones atómicos excitados
fueran las transiciones a órbitas
inferiores acompañadas de la emisión
de un fotón. De hecho, al menos para
los elementos del primer tercio de
la tabla periódica, la forma preferida
de desexcitación de la mayor parte
de los sistemas atómicos o iónicos
excitados, en casi todos los estados
de excitación, es el proceso de emisión
electrónica, que por primera vez observó
P. Auger, en 1925, y que a la fecha
lleva su nombre. Por ejemplo, un ion
de neón con una sola carga, al que
le falta un electrón 1s, tiene una
probabilidad 50 veces mayor de desexcitarse
pro emisión de un electrón que por
emisión de un fotón. Durante este
proceso, un electrón atómico exterior
desciende para llenar una vacante
interna, en tanto que el átomo emite
otro electrón para conservar la energía
total y el momento angular del átomo.
La causa común de esta emisión es
la repulsión coulómbica entre los
electrones
Fonte:
www.iespana.es